El bar viejo ( - 1966)

Vinos de Juan Ortuondo [J.M.Basterrica]

Todas las historias deben tener un principio, y la historia del bar Bolivar no se entendería sin el bar viejo, como se le recuerda en la familia. Este bar estaba situado junto al frontón, en plena Plaza de San Pedro, en los bajos de la casa familiar de los Ortuondo (años más tarde, se edificó la Escuela de Idiomas sobre el antiguo frontón).

La fachada del edificio tenía dos entradas: por una se subía a las viviendas, y por la otra se accedía al bar. El edificio daba tanto a la plaza como, por su parte trasera, a la Avenida Madariaga. Además del local situado en el bajo, la casa disponía de tres plantas y de una ganbara (desván). Las diversas ramas familiares se ubicaron de la siguiente manera: en el primer piso vivían el matrimonio Juan Ortuondo Abasolo y Juliana Menchaca Camiruaga. En el segundo piso Jose Mari Ortuondo (hijo del matrimonio) con su familia, y en el tercero el matrimonio formado por Eulogio Ortuondo y Nicolasa Izurrategui, con sus tres hijos Pablo, Angelines y Javi. También, durante un tiempo, se alojó en la ganbara Fidel Ortuondo, otro de los doce hijos del matrimonio, junto a su esposa Miren Larrea. De ese matrimonio saldría uno de los Ortuondos más ilustres que hemos tenido en la familia, Josu Ortuondo Larrea, director de EITB, alcalde de Bilbao y parlamentario europeo.

Como digo, en la parte de abajo, Juan Ortuondo (el padre de Eulo y abuelo de Pablo, Angelines y Javi), regentaba una taberna que, gracias al cuadro de J.M.Basterica que guardamos todavía con gran cariño, sabemos que tenía por nombre Vinos Superiores Rioja de Juan Ortuondo. Como ves, en aquella época no se complicaban demasiado la vida con los nombres.

No tenemos una fecha exacta del inicio de la actividad de la taberna de Juan Ortuondo, pero ya en un documento de 1.945 se cita que viene ejerciendo su actividad con el mismo dueño desde hace muchos años, antes de la anexión del extinguido Ayuntamiento de Deusto.

En esa casa creció la familia, trabajó duro y aguantó como pudo los sufrimientos de la guerra civil y la posguerra.

Angelines nos cuenta que desde que tiene memoria (y probablemente antes), en la casa de los Ortuondo se criaban cerdos. A la izquierda de la casa familiar (mirándola desde su fachada de la plaza de San Pedro), había una huerta en la que los Ortuondo tenían acordado con su propietario el uso de parte de ella para la crianza de algunos cerdos. Estos cerdos se alimentaban con las sobras del bar, toda una suerte en esa época de estrecheces y toda una garantía de calidad cuando, inexorablemente, venía la fecha de la matanza.

Cuando había txarriboda, se solía sacar una mesa de dentro del bar, y dos voluntarios colgaban al cerdo de dos argollas que colgaban de la pared, en la fachada de la casa. Tras hacer el matarife su labor, se enviaba una muestra al veterianario para comprobar que el cerdo estaba totalmente sano.

Ya en el interior del bar, en la columna central, existía una pequeña vitrina en donde alguien del cercano Cinema Deusto (que estaba en Rafaela de Ybarra), venía a dar publicidad de la cartelera semanal. Javi Ortuondo entabló una buena amistad con Luis, el portero de los cines, y tenía el privilegio de entrar y salir cuando quisiera, sin abonar entrada alguna. Debido a esto tuvo Angelines que ir al cine en más de una ocasión, a despertar a su hermano, dormido al calor y comodidad de las butacas del cine.

Al parecer Javi, por lo que cuenta Angelines, tenía otros escondrijos para echar una siesta si el cuerpo se lo pedía. Cuando encontraba algún coche abierto, no se le ocurría nada mejor que entrar dentro y echarse a dormir en el asiento trasero. Un día, un médico de la antigua clínica cercana Doctor San Sebastían subió a su coche y, a la altura de Galdácano, se debió de llevar un susto tremendo al ver a un crio dormido en su asiento trasero, lo que le obligó al hombre a dar media vuelta y traerlo a Deusto.

Comenta Javi que su padre le contaba que un día vino a jugar un equipo de fútbol juvenil de Madrid. Tras el partido fueron al bar viejo a comer, y se les agasajó con los mejores manjares que tuvieron en ese momento a mano. Al acabar la comida, les preguntó a ver qué les había parecido la comida, y cual fue su sorpresa cuando los chavales le comentaron que los percebes les habían parecido un poco duros... ¡se habían comido hasta el pellejo, dejando solamente la uña!

Eulo y Nico eran un matrimonio religioso. Contaba Población a Javi (un hombre que vivía en Buenavista, de una familia de Deusto de muchos hermanos), que un día bajó al bar y le pidió a Eulo un bocadillo de jamón y una cerveza. Eulo puso la cerveza a Población, y entró a la cocina a encargarle a Nico el bocadillo. Al salir, traía entre manos un bocadillo de queso. Al advertirle Población de su error, Eulo le dijo que era viernes de cuaresma, ¡así que era lo que había! Por supuesto, esos días desaparecía la carne y el embutido de la barra, y los pintxos eran diferentes.

Javi todavía tiene en el recuerdo las cazuelas de bacalao que se comían en cuaresma, así como las tajadas de merluza (más grandes que mi cabeza, comenta). Con sacrificios así, bien podían pasarse las cuaresmas que fueran necesarias. Y es que, siempre dentro de lo posible, en el negocio se intentaba cuidar la comida. Los domingos, una de las especialidades era el pintxo de langosta.

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Bar Bolivar • Rafaela Ybarra, 27 • 48014 • Deusto (Bilbao)

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